Fue hace unos años, un primero de enero cálido y soleado
que invitaba a estrenar la agenda con entusiasmo.
Explorando las calles desiertas de Palma con ojos hambrientos,
encontré estos curiosos zapatos colgados del tendido eléctrico.
En las suelas se leía "Amor" y "Arte".
Entre tantas imágenes que me ha dejado el ejercicio
de uno de mis hobbies, el gesto de estos zapatos es especial,
se me antoja una suerte de mensaje existencial,
casi una señal para no perderse.
Disfrutar de la vida es un arte, y sólo es posible
si el amor es la energía que impulsa cada uno de nuestros pasos.
En el recorrido hacia nuestras metas a veces nos sentimos cansados, desorientados, tropezamos con frecuencia y debemos levantarnos. Irónicamente, no debería importarnos tanto lograr objetivos,
sino cómo vivimos el camino. La satisfacción que nos llevamos
al final de los días está en el viaje en sí mismo.
Y ese viaje sólo tiene sentido
si lo hacemos con nuestros zapatos,
cultivando en el andar un sano amor propio
y la generosidad que espontáneamente deriva de él.
Siendo de esa forma, lo más probable es que el tiempo
nos sorprenda felizmente distraídos,
ocupados creando nuestra particular obra maestra,
celebrando esa fantástica aventura llamada vida.
Entonces, habremos llegado a nuestro destino.
Prefacio
La vida es una historia que escribimos día a día. Somos protagonistas de nuestro propio guión.
Mi trabajo es hacerlo lo mejor posible.